La respuesta a esta pregunta suele condicionar tanto nuestra vida que perdemos identidad personal y dejamos de ser quienes somos para ser quienes creemos que deberíamos ser.
La mirada del otro tiene un peso tan potente que puede llevarnos a la amargura, a la depresión, y hasta al suicidio.
Vivimos pendientes de las devoluciones que nos hacen, nos aterra el ridículo, esperamos reconocimiento positivo a nuestras acciones, nos resulta necesario sentirnos apreciados y valorados...
Y es tan fuerte esta necesidad, que nos perdemos a nosotros mismos y dejamos de lado nuestra propia felicidad...
Tenemos que aprender a quitarnos la mochila de la aprobación. Es imposible agradar a todos. Es imposible no equivocarnos.
Es imposible ser perfectos. Es imposible sostener esos ideales.
Querer lograrlo nos vuelve prisioneros y genera una dosis de ansiedad insostenible y nos impide disfrutar la vida.
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